LA SOMBRERA: El barco que el río no quiere tragar ¿Te atreverías a subir?
Entre la bruma que envuelve el Magdalena, justo frente al puerto de Sabanagrande (Atlántico), se alza una figura inquietante: un barco oxidado, solitario y silencioso, atrapado en el tiempo en un rincón del sector Villa Carmen, a un kilómetro de Sitionuevo. A simple vista parece solo una vieja embarcación abandonada, pero para los pescadores y navegantes del río es mucho más. Lo llaman "El barco de los espantos", un lugar maldito donde las ánimas gritan y las sombras tienen vida propia.
La historia detrás de este navío, conocido originalmente como La Sombrera, mezcla narcotráfico, superstición y muerte. Relatos recogidos por Dímelo Tiko señalan que en los años 70 era utilizado para transportar droga, y que su dueño —un ferviente creyente en la magia negra— recurrió a un brujo llamado don Catalino, oriundo de Remolino, Magdalena, para sellarlo con protección espiritual. Baños con plantas, pactos con entidades y vasijas con sangre animal eran parte del macabro ritual que, según se cuenta, provocó la presencia de espíritus que exigían tributo diario y convirtieron el ambiente a bordo en un infierno.
Con el tiempo, los tripulantes comenzaron a enloquecer. Veían cosas, escuchaban voces, y algunos terminaron quitándose la vida entre ellos. Cuando las autoridades finalmente abordaron el barco, encontraron algo más que droga: había cadáveres escondidos en sacos, y un silencio tan denso que aún se siente, según los que se atreven a acercarse. Desde entonces, el barco fue abandonado, como si nadie quisiera volver a tocarlo.
Hoy, navegantes aseguran ver "espejismos fantasmales" en la proa. Voces ahogadas, chapoteos en aguas quietas, figuras que desaparecen en un parpadeo. ¿Sugestión o algo más profundo? El Magdalena guarda sus secretos, pero la Sombrera sigue ahí, recordándonos que hay historias que ni el tiempo ni el río pueden borrar.